¡Hola a todos!

Con motivo de la primera entrada de este blog literario me gustaría establecer el verdadero objetivo de este espacio. A menudo, cuando nos sumergimos en la lectura de un libro, encontramos páginas, párrafos e incluso breves líneas que nos llaman la atención sobremanera. Son justo estas citas las encargadas de guiarnos a lo largo de cada lectura, a la vez que crean diferentes perspectivas dependiendo de la experiencia del lector.

Dicho esto, dedicaré este pequeño espacio a compartir citas que seguro os llamarán la atención. Además, siempre que sea posible, sería interesante intercambiar opiniones a cerca del significado de dichas citas.

«El corazón de las tinieblas» – Joseph Conrad

«¡El horror! ¡El horror!» Un viaje fluvial por el Estado Libre del Congo, en búsqueda de la trascendental figura de Kurtz, un ser venerado por los nativos como un dios, y que, sin embargo, ha caído en una locura y una enfermedad bestiales. El individuo y las fuerzas desatadas de la naturaleza, el pesimismo respecto a la condición humana y el mal que puede engendrar la civilización, son el trasfondo de este relato.

Conrad, reputado marino, realizó sendos viajes por el continente negro, antes de plasmar la esencia de sus experiencias, y llegar a ser uno de los referentes obligados de la literatura inglesa.

https://www.zendalibros.com/una-reflexion-la-corrupcion-natural-del-hombre/

«Me había dado la oportunidad de ver lo que podía hacer. No, no me gusta el trabajo. Prefiero descansar y pensar en las cosas hermosas que pueden llegar a hacerse. No me gusta el trabajo, como a ningún hombre le gusta, pero sí que aprecio lo que hay en el trabajo, la oportunidad de descubrirse a sí mismo. La realidad, de uno mismo, no de los otros, lo que ningún otro hombre puede conocer. Pueden ver el espectáculo, pero nunca saben lo que significa en realidad.»

Conrad dibuja un boceto perfecto de la naturaleza humana. Estamos directamente relacionados con el trabajo, vivimos única y exclusivamente para trabajar. Trabajar para vivir.

Por otro lado, el trabajo es un medio que nos permite conocernos y establecer nuestros propios límites.

«No, es imposible; es imposible transmitir la impresión que la vida produce en una época determinada de la propia existencia; lo que constituye su verdad, su significado, su sutil y penetrante esencia. Es imposible. Vivimos como soñamos … solos.»

No es posible expresar con palabras el verdadero significado de la palabra «vida». Al igual que las perspectivas, el sentido de la vida también varía dependiendo de la persona que la viva.

Vivimos solos, esa es la única característica común que esta vida nos ofrece.

«El tonto puede temblar y abrir la boca, pero el hombre que sabe, mira sin pestañear. Y debe ser tan hombre como aquellos que lo enfrentan desde la orilla; debe encontrar esa verdad en la propia, en su fuerza innata. ¿Principios? Los principios no son suficientes. Son solo vestidos, trapos que vuelan a la primera sacudida.»

Los principios y su insignificancia. El hombre debe observar más allá de los principios con el fin de hallar la auténtica verdad.

«Me guardé el libro en el bolsillo. Arrancarme de la lectura, les dijo, fue como separarme del refugio de una vieja y sólida amistad.»

La literatura es un espacio idílico. Vivimos lo que leemos y leemos lo que vivimos.

«No hay miedo que pueda hacer frente al hambre, no hay paciencia que la soporte, el asco simplemente no existe donde el hambre es; y en cuanto a las supersticiones, creencias, todo eso que ustedes llamarían principios, son menos que paja enfrentada a la brisa. ¿Conocen ustedes la maldad de la inanición prolongada, su tormento desesperante, sus pensamientos oscuros, su ferocidad sombría y meditabunda? Bien, pues yo sí. Arrebata del hombre toda su fortaleza innata, lo poco que tiene para luchar con dignidad contra el hambre. Es preferible enfrentarse al duelo, al deshonor, a la perdición del alma, que s una hambruna prolongada. Triste, pero cierto.»

El terrible poder del hambre y la inanición, capaz de controlar al hombre más fuerte.

«Me encontré a mí mismo de nuevo en la ciudad sepulcral, resistiendo la vista de la gente corriendo por sus calles a hurtar un poco de dinero entre sí, a devorar sus comidas infames, a beber sus cervezas malsanas, a soñar sus sueños estúpidos e insignificantes. Eran como una rebelión en mis pensamientos, intrusos cuyo conocimiento de la vida me parecía una pretensión irritante, porque estaba seguro de que ninguno de ellos sabía las cosas que yo sabía. Su comportamiento simple, sus rumbos de individuos comunes haciendo sus negocios en una seguridad perfecta, me resultaba tan ofensivo como una locura escandalosa enfrentada a la faz de un peligro que es incapaz de comprender. No tenía ningún deseo en particular de iluminar a nadie, pero a veces no podía contenerme y me estallaba la risa en sus caras, tan colmadas por su estúpida importancia.»

Más que nunca, el retrato perfecto de una sociedad conformista. Muertos vivientes que vagan por las ciudades en busca de dinero, estabilidad y bienestar. ¡Así vivimos!

«¡Ah, pero yo creía en él más que nadie en el mundo, más que su propia madre, más que él mismo! ¡Él me necesitaba! ¡A mí! Habría atesorado cada suspiro, cada palabra, cada señal, cada mirada.»

¿Amor?

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